Este documental retoma un caso de Francia durante la década de los 90, cuando el asesino serial Guy Georges, conocido como “La bestia de la Bastilla”.
Es oportuno destacar que esta película francesa está dirigida por dos mujeres, Patricia Tourancheau y Mona Achache y que está planteada exclusivamente desde el punto de vista de varias mujeres que intervinieron de una forma u otra en el caso.
Este largometraje de no ficción nos traslada al París de mediados de los 90, donde se sucedieron en un período corto de tiempo varios ataques a mujeres que eran agredidas y asesinadas de manera muy violenta.
Aunque el patrón parecía claro por parte de las autoridades, el hecho de que no hubiera bases de datos ni seguimiento de ADN complicaba mucho la investigación.
Es curioso sin embargo, encontrar en alguna plataforma críticas negativas que afirman que se centra demasiado en el sexismo y poco en lo interesante.
No sólo es que el sexismo (más bien la misoginia) sea clave para entender que las mujeres son víctimas por aplastante mayoría de violadores y asesinos en serie como Guy Georges, sino que además es imposible hacer un buen true crime sobre ello sin tener en cuenta la perspectiva feminista.
La película francesa rechaza el típico desarrollo lineal de los acontecimientos para centrarse más en sus protagonistas, sobre todo en Martine y Anne, en sus experiencias, en sus recuerdos, en sus reflexiones, haciendo hincapié en los errores del sistema (como esa reticencia a crear una base de datos de ADN para conectar casos similares).
El retrato de Guy Georges, por lo tanto, está muy diluido en esa misma propuesta: se rehuyen las partes más morbosas (de hecho, no se dan muchos datos sobre su modus operandi), algo poco habitual en el true crime y se rechaza esa idea del criminal como monstruo.
Uno de los testimonios más iluminadores de Las mujeres y el asesino es el de Solange Doumic, la abogada de la acusación, que intenta desmontar ese mito tan extendido: los hombres que matan a las mujeres no tienen por qué ser enfermos, sino que suelen ser hombres corrientes, conscientes y responsables de sus actos, que actúan por maldad en un contexto que ampara esa violencia.
La forma en que Doumic expone al asesino, en una escena casi interpretada e improvisada, es una excelente conclusión para un particular documental como este.
Altamente recomendada. Podés verla en Netflix.