La confirmación de Angelina Jolie acerca de la intencionalidad consensuada en una escena de Maléfica, inundó de debates las redes en los últimos días. Meses atrás, el beso sin consentimiento del Príncipe a Blancanieves, escena que se reitera en La bella Durmiente, interpeló a muchas personas y a distintos colectivos de la sociedad, a la vez que esos atisbos de deconstrucción eran objeto de comentarios exaltados por parte de los defensores a ultranza del amor romántico como la fuente inocua en la que, según elles, no abrevarían las múltiples violencias del patriarcado. De madrastras villanas están plagados los cuentos de hadas y el centro de la disputa está basado, nada más y menos, que en la belleza tipificada por el canon, la juventud como valor femenino caducifolio y el poder logrado a través del acceso a ser la "esposa de" (en este caso de los cuentos clásicos, los príncipes listos para ascender al trono). Que Angelina reconociera que la escena en que Maléfica recobra el conocimiento y se descubre mutilada, sin sus alas que fueran extirpadas por el amigo de la infancia, se trataba de una metáfora de la violación fue una revelación que hizo muchísimo ruido aunque su llanto desgarrador emulando a una mujer abusada nos recorrió las entrañas cuando vimos la película por primera vez. Fue absolutamente necesario que analizáramos la construcción patriarcal de estos cuentos maravillosos, que nos emocionaron tanto de niñas, para que pudiéramos descubir cuánto sometimiento, cosificación y subestimación (al teñir de romanticismo la dependencia a los hombres) hay en ellos. También resultó necesario comprender la intención solapada de colocarnos a las mujeres en el lugar de la competencia dañina y la disputa: a las princesas con sus madres de crianza, a Cenicienta con sus hermanastras, a Ariel la Sirenita con Úrsula, una mujer empoderada de los mares.
Como mujeres que luchamos por la construcción de otro mundo, afirmamos que es una de las tantas misiones del feminismo y de la Ley de ESI, trabajada a consciencia en las escuelas, activar denunciando y desandando la cultura de la violación que está presente en los cuentos, la publicidad, otros espacios de lo cotidiano y las competencias deportivas: un debate especial merece lo sucedido durante los últimos partidos de la Copa América y los chistes mostrando a los jugadores brasileños, y al propio Bolsonaro, siendo violados por la selección argentina, específicamente por el arquero Emiliano "Dibu" Martínez cuya gestualidad y violencia verbal muchas cuestionamos.
Para que el grito desgarrador de tantas Maléficas sea evitado, la lucha por el logro de un mundo de iguales, sin violencia hacia las mujeres y las personas disidentes a la heteronorma, jamás debe claudicar.