Aunque es muy joven, apenas se acerca a sus veinticinco años, Martina tiene una extensa trayectoria en la poesía y ha recibido numerosos premios literarios que hoy son el anticipo de una escritora que dará mucho a las letras de compañeras argentinas del mundo maravilloso de los libros.
Martina Cruz nació en Temperley en 1997. Estudió guión cinematográfico en la ENERC. Publicó seis poemarios: "Camino negro al fondo" (El Rucu Editor), "Call Center" (Rama Dorada), "El tiempo me está tatuando" (Ausencia Editora), "Cuando se incendia mi casa" (Elemento Disruptivo), "Un idioma que hace ruido de fósforo" (Bombal) y "Manos como nubes" (Santos Locos). Fue publicada en revistas de Argentina, Uruguay, México, Turquía, Inglaterra e Italia. Ganó el primer premio del Certamen Maribel López Pérez-Ojeda de micropoesía y el VI Concurso Nacional de Cuento y Poesía SADE Filial Junín.
Con toda la generosidad de su juventud, Martina nos obsequia un poema desde las entrañas del amor a nuestras raíces:
Parto
Ayer entendí
que cuando digo
extraño a mi viejo muerto
estoy diciendo
extraño al tipo que le escupió en la cara a mi mamá.
Me pregunto si esto nos está pasando a todas
descubrir a nuestros padres
siendo nuestros padres
y descubrirnos a nosotras
siendo nuestras madres
ser donde cayó la mano equivocada, la rotura, la medusa en la garganta
o el aliento en la nuca.
Creo que me estoy pariendo de nuevo
y mis amigas son las parteras
ya no me pregunto de qué lado va a caer la ola
ni donde la sal está ardiendo
lo supe mirando las manos de mi abuela
porque se parecían a las de las nenas
en esa marcha
en la que yo pensaba
avergonzada
no puedo dejar de extrañarlo
tengo algo roto en algún lado
una grieta que me negué a habitar
un espasmo violento
ayer fui el mar cuando se encoge
cuando chupa
cuando se re piensa
entendí que necesitaba escribir
no para salvarme
(el poema no salva por definición no por elección)
si no para darme el espacio
y hablar sobre el hueco
no sin sentido trágico
que se arma en la comisura de la boca de mi vieja
cuando se levanta del suelo
porque ahora
que nos empezamos a despojar de la estructura
ese residuo duradero
descubro
que yo ya no quiero escribir un poema para los falsos aliados
ni para mi viejo
o los amigos que se alejaron.
Este es un poema para mi mamá
y es más bien,
una disculpa.
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