María Ester Correa Dutari es abogada y poeta mendocina. Vive en Luján de Cuyo y en su estudio abundan los casos de familias monomarentales que ella patrocina trabajando incansablemente por la justicia para que esas madres logren cobrar la cuota alimentaria para sus hijes. En su página de Facebook podemos encontrar, además de poemas y textos literarios, notas de opinión y análisis jurídicos y políticos que ayudan a analizar la realidad. En esta recomendación semanal, la invitamos a que se presente y nos habilite a compartir su texto premiado en homenaje a su maestra detenida desaparecida por la última dictadura cívico-eclesiástica-militar.
Mi pequeña Biografía: soy María Ester Correa Dutari, nacida en San Rafael Mendoza. Vivo en Lujan de Cuyo cerca de la ciudad desde los 9 años.
Estudié derecho en la Universidad de Mendoza. Siempre me gustó leer, desde muy pequeña leía diarios, revistas, libros. Y hace ya mas de 10 años realicé talleres de escritura. Escribo cuentos y también poesía. He publicado en antologías y he ganado premios por mis textos en algunos concursos nacionales e internacionales.
Actualmente sigo escribiendo y estoy haciendo a la vez dos talleres de narrativas, uno de ellos con dirigido también al cine.
Me pueden leer en MARIA ESTER CORREA DUTARI en Facebook.
Adriana
Llegó a la escuela un día cualquiera que ya ni recuerdo. Era la nueva señorita de música. Venía a reemplazar por enfermedad a la profesora Isabelita.
Las clases eran muy aburridas. Nos daba lo mismo quien viniera. Con seguridad seguirían siendo soporíferas. Siempre cantando en el patio, el Himno, Aurora, La marcha de San Lorenzo, de fondo algunos acordes que se le escapaban y el piano desafinado. ¡Para eso no había plata!
Ni cuenta nos dimos como comenzaron los cambios. El primer día nuestros ojos de niñas avivadas se posaron sobre la figura de esta intrusa. Joven, delgada, pecosa, bucles, largo hasta la cintura, pelirroja, tez rosada, colorada. Aros colgantes de piedras y maderas, pulseras, anillos. Ojos brillantes color miel, jeans gastados, prelavados, camisas de bambula coloreadas, abiertas que mostraban su piel joven. Guardapolvos cortos, desabrochados, zapatillas flechas con florcitas… Concluimos nuestra radiografía: — ¡Adriana era hippie!
Su figura no encajaba en el entorno de maestras prontas a jubilarse, y cansadas, a las cuales le decíamos:” Sargento de caballería” la de sexto, “ Solterona” insoportable” la de cuarto, “Vieja vinagre” la de tercero… Cuchicheábamos: —¿ Quién era esta usurpadora que no tendría más de 21 o 22 años?¡Qué nos podría enseñar esta chiquilina a chicas agrandadas de 12!
¡Y todo cambió! De lo pesado, de dormirnos con la voz monocorde, y a veces chillona de la antigua docente, del silencio y los bostezos en el aula, a una fiesta de los sonidos, y del color. Nos llevo con los cantos al patio, a elegirnos a algunas que jamás hubiéramos pensado que con voces roncas, y de las tachadas desafinadas, pasáramos a ser parte de un coro. Esto en mi persona fue trascendental: — ¿A vos te gustaría estar? ¡Si !- respondí temblorosa.- Nadie me había elegido para nada, jamás: Era una alumna problemática, ella me dio seguridad.
El colegio no había tenido coro en cien años de historia, y menos una tarima especial adonde cantar. Ella lo consiguió, era una maga, un ángel.
Nuestra vida discurría entre el elástico, y los primeros acordes de la López Pereyra: “Yo quisiera olvidarte, me es imposible mi bien, mi bien”… la mancha,… y las balas y bombas de aquellos tiempos, el 74.
Entre: …“ Salgo a caminar por la cinturas cósmica del sur…”, de “Canción con todos” de Tejada Gómez y Cesar y Cela,…y la venenosa, el ta-te-ti, la payana, entre los flashes de la televisión y la muerte de Perón, y el ascenso de su esposa Isabel, entre …. “A orillitas del canal cuando llega la mañana sale cantando la noche desde lo de Balderrama” , el pisa pisuela,….y “Por las tardes de sol y alameda San Juan se me vuelve tonada en la voz…”.
La vida en blanco y negro, y la sangre derramada…, y el color y los soles, los la, los sí y las corcheas, y el piano... El piano que ahora afinaba; la caza de brujas, las persecuciones políticas, las voces, de barítonos, tenores, sopranos y contraltos pesar de nuestras voces de pre-adolescentes, …y las siestas que ya no fueron siestas….marcadas en clave de sol.
El orgullo de pertenecer y de ser parte, agigantaba su figura. Llegaba con una sonrisa que llenaba el alma, tiraba el morral tejido con flores, se descalzaba. Sentada en el piso con las piernas cruzadas, como si fuera un indio, y nosotros en ronda: Nos enamoramos de su encanto, juventud, mirada diáfana, alegría desbordante, el amor por la vida, el folklore, la música, y su patria…
Así como llegó se fue…. Ya nada fue lo mismo,.... o si, volvimos a las aburridísimas clases de la señorita Isabelita, y el coro se desarmó. —La señorita Adriana, se oyó decir por allí no era para una escuela formal, y centenaria, con ideas muy modernas, ni siquiera entendible para nuestra mentes.
Años más tarde, pocos nomás, supimos que se la habían llevado los militares, que era una desaparecida. Preguntas sin respuestas en mi mente de niña, quedaron sueltas, sin cabo donde agarrarse.
Año 2011 en esta era virtual, de las redes sociales, de los juicios de lesa humanidad, de la búsqueda de familiares desaparecidos en la dictadura me encuentro con el nombre y de su marido. Se me había perdido en la nebulosa de los años descubro sus rostros. Eran buscados, y también su hijo.
Hoy me la imagino tal cual la conocí: bella, un sol en mi vida, pero ahora sabiendo que jamás ha dejado de estar entre nosotros. Ella es una de las 30 mil almas que ya no están, aún vive en el corazón de cientos de chicos que cantamos en aquel último año de la primaria “… y rasguñas las piedras, y rasguña las piedras y la rasguñas las piedras hasta mí…”