Tenía un año y medio cuando la Dictadura del 76 le arrebató a su padre y madre, su hermanito tenía 9 días. Las abuelas fueron Madres de la Plaza, línea fundadora. Esta historia es una de las más de 30.000. Un libro fue el inicio para hablar, después de 40 años, y darse cuenta que el dolor unía a varias generaciones de la familia.
Ana Manzoti nació el 22 de febrero de 1976, tiene 46 años y vive en Pinamar con su pareja y dos hijos, Ulises y Simón. Sus padres estaban casados, eran apenas jóvenes de 19 y 21 años cuando el terrorismo de Estado se los arrebató. Ella tenía un año y medio y su hermanito, Ernesto, 9 días de nacido. María del Carmen, su madre desaparecida, estaba puérpera, tenía los puntos del parto todavía. En la única foto familiar que le quedó de recuerdo junto a su mamá y papá, su hermanito estaba en la panza.
María del Carmen Percivati Franco y Daniel Aldo Manzotti sabían que los estaban buscando. Ellos militaban para el PJ en Montoneros, vivían en Flores y luego, un tiempo, en Haedo.
“Mi viejo viajaba mucho llevando alimentos, ropa y libros hacia el norte del país. Estudiaba en la Facultad de Agronomía y por eso estaba vinculado con el campo. No sé hasta donde ellos eran conscientes de lo que pasaba, creo que no, sino…en qué cabeza cabe que tanto horror fuese posible” – comienza reflexionado Anita en la entrevista.
La realidad hoy no le alcanza para pensar que una cúpula de pocas personas idearan un plan tan macabro. (Hoy sabemos del Plan Cóndor)
“Esta navidad van a aparecer”- nos decían- entonces mi abuela ponía el plato en la mesa, esperando… así durante años enteros. Fue muy cruel.”
“Se los chupaban y al otro día no tenías un cuerpo, como para darte cuenta de lo que pasaba, entonces no entendías y esperabas. De hecho mis abuelos maternos tenían contactos en las fuerzas y todas las navidades les decían: “Esta navidad van a aparecer”, entonces mi abuela ponía el plato en la mesa, esperando… así durante años enteros. Fue muy cruel.”
El tiempo del horror
El 24 de agosto de 1977 fue la noche del secuestro. Estaban todos juntos en la casa de lxs abuelos maternos. Anita recuerda un detalle anterior y hay baches en la historia, no es un hilo de tiempo ordenado porque si algo subsiste en el relato es una sensación de que se detuvo el tiempo, ese tiempo fue del caos y el horror, para cada integrante de la familia.
“Primero se llevaron a mis abuelos paternos y los torturaron. Luego vinieron por mi papá y me contaron que mi mamá dijo: `si se lo llevan a él yo también voy´, y se la llevaron también.”
El quiebre familiar
Cuenta Anita que hubo un quiebre hacia adentro. No pudiendo manejar tanto dolor, la familia se dividió en lucha por la tenencia de los hermanitos y buscaron culpables entre ellxs, como una primera búsqueda, mecanismo de salvataje que hoy Ana Manzotti, adulta, comprende con amor y compasión.
Un juez le dio la tenencia a Ma. del Carmen y Ángel (Lito), lxs abuelxs maternos, durante el invierno, y las vacaciones a Elsa y Onelio, los paternos. Así, la vida de Ana y “Ernestito” (así nombra a su hermano) mutó entre abuelas y abuelos “que pasaron a ser mamá y papá”- confiesa. Entre casas distintas, inviernos en la pequeña localidad balnearia de Mar del Sur (más abajo de Miramar), donde se fueron a vivir durante el año, y el calor y asfalto de Buenos Aires donde pasaban las vacaciones con lxs abuelxs paternos. “A veces no me gustaba porque sentía que iba al revés de todo el mundo, pero el dolor que había era tan grande que hoy lo entiendo, no los juzgo.”- aclara la entrevistada.
Las abuelas, Madres de plaza de mayo.
Ambas abuelas empezaron a militar en Madres de Plaza de Mayo, de la línea fundadora con Hebe de Bonafini. Su abuela paterna, Elsa Fanti de Manzotti, prosiguió la lucha hasta morir a los 93 años (hace 3 años). En cambio, su abuela materna, Ma. del Carmen Ruggieri de Percivati Franco, empezó pero luego dejó porque estaba abocada a criarlos.
“Mi abuela paterna siguió militando porque canalizaba su dolor en la lucha de Madres de Plaza de Mayo.”


Del dolor y el amor
Sobrevuelan juntos, en ese tiempo no tiempo, en ese caos de tiempo que dura toda la vida de una familia y mil familias de más de 30 mil desaparecidxs. En ese horror en la memoria que busca mantenerse eterna y ganarle al infierno del olvido. Surge la pregunta del “cuándo”.
─ ¿Cuándo te diste cuenta de que tu vida - e historia familiar- era tuya y nuestra, personal y política?
─ “Siempre vivimos con la verdad, siempre nos contaron nuestra historia. Yo sabía que tenía dos mamás y dos papás que eran mis abuelxs porque oficializaban en ese rol, yo les decía “mamá y papá” pero sabía que eran mis abuelxs. Hay una cuestión disfuncional en mi flia, nunca sabemos quién es quién pero porque en realidad yo les digo tías a mis primas, es así pero no nos molesta, es por esta historia, lo tenemos naturalizado y solamente sabemos que nos amamos.”
Era un tema que no se hablaba en ningún lado, ni siquiera en las escuelas. Anita lo vivía para adentro, como si esta historia personal y familiar fuera algo naturalizado porque todxs sabían que algo estaba ahí (el dolor) pero nadie lo podía externalizar, poner en palabras, porque todavía reinaban los resabios de la censura social como costumbre. Pero hubo un momento de crisis personal, según su relato:
“Cuando estaba haciendo la secundaria repito un año, no podía avanzar y me voy a terminar a un colegio público de Haedo con mis otros abuelos. Ese año me trabé, tenía que hacer una crisis en algún momento. Aunque dentro de mi familia decían que yo era la oveja negra, después - analizando con mis primas - nos dimos cuenta que no era tan así, sino que yo estaba en el ojo constantemente de mi familia. Pero cada una hizo desde su lugar lo que pudo. Siento que si bien se sabía la verdad, nunca se tocaba el tema en familia porque era muy doloroso y tampoco se hablaba en otros lados. Había hermetismo social.”
Fueron 40 años de silencio para la familia, hasta acá el dolor navegaba subterráneo en ese tiempo sin tiempo, sin saber que subyacía el amor por todos lados.
“Nos empieza a pasar que empezamos a escucharnos entre nosotras, las mujeres de la familia y me di cuenta del dolor de cada una, no era solo mío el dolor, era de todas.”
“Carmen y Daniel”, el libro que corrió el velo.
Un día, Patricia Pellegrini, tía de Anita (prima de su mamá), reúne a todas las mujeres de la familia para proponerles armar un libro con la historia familiar. “Eso `abrió una puerta´. Fue hace 6 años, cuando se cumplían 40 años del golpe”- resume Anita.
Previo a la propuesta del libro, la tía Patricia, que es artista plástica, armó una muestra con 40 colegas que plasmaron, en sus pinturas, lo que sentían. Comenzaron a invitarlas de distintas escuelas para dar charlas y fue en esas charlas que la familia corrió el velo del dolor para ver que detrás de tanto pasado había un hilo de amor presente y constante.
“Nos empieza a pasar que empezamos a escucharnos entre nosotras, las mujeres de la familia y me di cuenta del dolor de cada una, de lo que cada una podía sentir desde su lugar, no era solo mío el dolor, era de todas.”
La primera vez suele ser imborrable. Y para Anita lo fue. Les tocó hablar ante los ojos y oídos expectantes de niñes de 3 er. grado, en el Distrito 18 de Lugano. Les niñes habían hecho un trabajo previo (con la docente) con fotos y la historia de Carmen y Daniel. De repente, cinco mujeres de esta familia estaban llorando en el aula. Así lo relata Anita:
“Un nene me preguntó: `¿Qué harías si hoy tenés a tu papá acá?´ Y fue una locura, nos pusimos todas a llorar. Yo te decía naturalmente: `Hola, que tal, soy Ana, hija de desaparecidos´ pero me di cuenta que viví con esto naturalizado, es decir, no es que no me doliera. De hecho vivo llorando cuando intento hablar y por eso mis soportes son mis tías, hablan ellas, pero después termino hablando y quedo dos días con una angustia enorme.”
La confesión de Anita me retrotrae a un año atrás, cuando la conocí en el Playón de Bunge y Marco Polo, para esta misma fecha pero en plena pandemia. Las pibas Autoconvocadas, con el apuntalamiento de la docente y escritora Sheila Anzalone, habían organizado una jornada sobre la plaza céntrica de Pinamar. Se presentaba el libro y Anita casi no pudo hablar, y lo dijo, lo aclaró. Pero luego se soltó, un poco. Ese día me acerqué a preguntarle si aceptaba una entrevista. Pasó un año. En la vida de Anita, en la mía y en la de todxs. Cada 24 de marzo sentimos que sangra la herida, desgarra el dolor, pero volvemos a hablar y gritar “Nunca Más”. Porque hablar sana o al menos…apacigua un poco .
Video 24M 2021 : Presentación de "Carmen y Daniel" en Pinamar
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Una generación desaparecida.
Surge otra pregunta que pretende resumir en pocas líneas qué siente una hija de desaparecidxs, qué siente Anita respecto a todo, su madre, su padre, su historia y la historia de todxs.
“Sentí de todo, pasé por todo, tuve enojos con mis viejos, tuve admiración, dolor, angustia. Grandísimo enojo con mi madre, porque hoy soy mamá, pero no los juzgo porque a la vez son mis súper héroes. Porque a la edad que tenían levantaron una bandera. Los hicieron desaparecer, como a los 30 mil jóvenes más que se llevaron, hicieron desparecer una generación. Se llevaron 30 mil bochos, una generación de pibes que estudiaban, que estaban comprometidos con la realidad y que, si hicieron algo mal tendrían que estar presos, en todo caso, no desaparecidos.”
“Si mis padres hicieron algo malo, como dicen de Montoneros, yo quisiera visitarlos en la cárcel. Pero no es así porque no sé dónde están.”
Negacionismo
─ ¿Qué sentís frente al negacionismo que subsiste, en cierta clase política y social?
─ Me pasó algo muy fuerte. Cuando se termina el mandato de Cristina para mí se destapó una olla. Yo trabajaba mucho con las redes sociales por mi negocio, la gastronomía, y empecé a ver la cantidad de mensajes negacionistas, sentí un dolor enorme. Hay personas que niegan el terrorismo de Estado. Es muy grande este tema como para negarlo. Esto dejó un agujero en nuestra sociedad y es evidente que no todo el mundo puede ser empático. Lamentablemente hasta que no te pasa a vos mismo, parece que es difícil entender. Y es ahí donde lo ideológico nos separa de la derecha que no tiene empatía con lo que le pasa a las otras personas sin las mismas posibilidades. Lamentablemente, en nuestro país, la política está asociada con la corrupción, motivos sobran. Pero en temas de lesa humanidad o DDHH ¿qué discutimos? Si mis padres hicieron algo malo, como dicen de Montoneros, yo quisiera visitarlos en la cárcel. Pero no es así porque no sé dónde están.
“Hay personas que me preguntaban, a veces: `..¿y no estarán en España tus padres? ¿Estarán de viaje?´- y yo no poder creer…”
Anita intenta explicar la empatía como concepto, ese sentir por el otro que te hace posicionarte en un lugar en la vida y que tiene que ver con lo político, aunque mucha gente no lo comprenda. “La gente no entiende lo que nos pasa quizás, hay personas que me preguntaban a veces, cuando en un momento se había instalado fuerte la duda: “che…¿y no estarán en España tus padres? ¿Estarán de viaje?”- y yo no poder creer que después de 30 años alguien siga pensando así y te lo diga.- confiesa.
─ Es que fueron torturados y asesinados, pero no hay cuerpos, están Desaparecidos. Y es un término emblema…
─ Claro! Esto lo militaba mi abuela y la línea fundadora de Hebe! Hasta que no aparezca un cuerpo siguen siendo desaparecidos. Nosotros trajimos sangre para cotejar en caso de que aparezcan pero no tuvimos esa suerte.
La sorpresa de una testigo
─ ¿Nunca tuvieron una punta? ¿algún dato?
─ Hace un año atrás recién nos pasó algo muy fuerte. Un chico escucha el relato de una chica que, ya reiteradas veces, había atestiguado en un juicio por otra causa y la nombra a mi mamá. Nosotros no sabíamos nada, ni siquiera en donde los habían metido. Pensábamos que los habían llevado al pozo de Banfield pero nunca tuvimos un relato certero. El año pasado aparece esta chica que convivió con mi mamá dos meses. Mis tías se juntaron con ella y les contó un montón de detalles de mi madre.
La reconstrucción
─ ¿Ese relato cambió tu sentir, armó otra imagen?
─ Es más doloroso porque a veces preferís quedarte con esa imagen construida por los relatos de tu propia familia, pero sirve. Reconstruís a tus padres por lo que te cuentan otras personas fuera de la familia. Lo mismo sentí una vez que charlé con un hombre que había sido compañero de mi papá y me dijo: “tenés un gesto tan parecido” y eso, que para alguien puede significar natural, para mí es fuerte.
La abuela Elsa y el legado de las Madres
La riqueza del relato de Anita me obliga como redactora a transcribir cada parte de esta grabación, en forma literal.
“Tengo en mi registro mental a mi abuela paterna, que no había terminado ni séptimo grado y terminó dando charlas en Facultades en Italia. Entró en Madres automáticamente en la línea fundadora, después fueron dejando algunas, otras quedaron. Hicieron la Universidad, talleres para las madres y muchas otras actividades, como para canalizar su dolor, poner en palabras, accionar. Ahora mis tías están en Puerto Madryn presentando el libro y eso hacían las Madres pero afuera, en Italia, en Francia, daban charlas de lo que había pasado porque acá no se hablaba. Yo empiezo a empoderar a mi abuela de mucho más grande, porque al principio lo padecía, no entendía esa lucha. Para ella era un trabajo, los martes, jueves y sábados se iba a la casa de las Madres de Plaza de Mayo a las 8 de la mañana y volvía a las 10 de la noche. Eran creo que 80 mujeres, una se encargaba de la tesorería, la otra de las compras, la otra de cocinar para todas y así cada una tenía un rol exclusivo de acuerdo a lo que sabía y quería hacer. Y luchaban por la causa.
En Madres la llamaban “Elsita” y le costaba mucho hablar del tema. Nos llevaba dos veces por semana con ella así que vivimos de adentro la casa, ayudábamos, por ejemplo, para la marcha de diciembre de las 24 horas, hacíamos los pañuelos con manos estampadas, pero yo tuve una contradicción porque en un momento odié la casa de las Madres! Porque me la tenía ocupada a la abuela y me quitaba tiempo con ella pero después entendí que, en realidad, ¡fue lo que la mantuvo viva a la vieja! Ella se consumió de dolor y sin esa lucha se hubiera muerto antes.
El final que no esperás
A la abuela la tuvimos que internar en un geriátrico porque empezó con un deterioro senil muy grande. A mi tía le costó mucho tomar esa decisión pero tenía que hacerlo porque estaba complicado el tema. Cuando la internamos estaba desconectada ya. Antes de morir, hace 3 años, el Director del lugar se entera que mi abuela era Madre de Plaza de Mayo, se comunica con mi tía y le dice: “mirá, yo soy hijo de Videla”.
Si hiciéramos una película dirías: “muy bien esta película pero el final no puede ser, es armado, cuánta mala leche puede tener esta señora”
Yo creo que son esas cosas que te pone la vida para trascender. Sin olvidar. Pienso que el hijo de Videla puso los huevos en la mesa y dijo quién era, con todo el dolor del alma, y fue honesto. Ahí estaba su dolor también. Él tampoco tiene la culpa de lo que pasó. Y decidimos que mi abuela muriera ahí. Sin fotos familiares porque, para ellas, los 30 mil eran hijxs por igual.
Anita refiere de nuevo a la empatía y volvemos a linkear con algo más que le pasó en su vida y lo siente como superador. “Yo me tomé un café hasta con la hija de Adolfo Scilingo, hablamos desde el dolor y de que nosotrxs fuimos consecuencias. Nos hablamos con un respeto y un amor que me da pena porque ella es un `paria social´, es muy doloroso y terrible.”
Ulises y Simón
Hoy Anita es mamá de dos adolescentes, con el padre de sus hijos decidieron mudarse a Pinamar como otras familias durante la pandemia. Hablamos de los hijos y el tiempo de ellos. La importancia de la memoria en ellos.
“Ulises tiene 15 años y Simón 12. Me pasa que me voy sorprendiendo como madre y también como parte de una familia, porque siempre pensé que los damnificados de esta historia éramos mi hermano y yo. Pero cuando nos ponemos con el libro empiezo a ver y entender que había una tía con dolor, había una prima con dolor, una hermana con dolor y que cada uno desde su lugar tenía un dolor distinto. Somos una familia entera con dolor. Entonces mis hijos también porque son nietos de desaparecidos, ellos no tuvieron a sus abuelos. Hoy se trata el tema en los colegios y Ulises ya lo vio en secundaria, en su colegio Don Bosco incluso hubo padres reticentes al tema y yo no quería que se expusiera pero mi hijo quiso y me dijo: `mamá, despreocupate´ y la invitó a mi tía Patricia y presentaron el libro.”



El mensaje de Anita
“Las madres y abuelas son nuestra bandera. Mi historia es mía, de mi familia pero entendí que la labor de ustedes como periodistas, las docentes y la sociedad que sigue manteniendo viva la memoria, por la verdad y la justicia, es fundamental. Porque ustedes siguen replicando y lo sienten como hay que sentirlo. Lo importante es seguir contando la historia.”