Claudia Korol, nuestra activista, educadora y comunicadora social de los textos urgentes anclados en la justicia, cerró el pasado sábado en Bolzano, Italia, su gira comprometida y siempre colmada de emociones, por el lanzamiento de Le revoluzioni di Berta.
A las 18.30, en el Parque Semirural de Bolzano, el evento se llevó a cabo bajo el título "Patriarcado, Capitalismo y Colonialismo. Lucha feminista y educación popular en América Latina".
La Biblioteca Culture del Mondo, el centro PACE BZ FRIEDEnszentrumy la coordinación del tour en Collettivo Italia Centro America CICA, acompañaron a Claudia de ciudad en ciudad entre Roma, Nápoles, Turín, Milán, Padova y Bolzano. La pasión liberadora de Berta Cáceres vive en el recuerdo de las y los que luchan y continúa insurrecta en las páginas de este libro, con el que Claudia la homenajea para que su legado se conozca en todo el mundo.
Además de visibilizar los pasos inmortales de la ambientalista hondureña, el domingo 26 a veinte años de la masacre de Avellaneda, Claudia nos obsequió un inigualable homenaje para Maxi y Darío, un texto que interpela nuestra consciencia popular. Unas palabras certeras que nos recuerdan instantes definidos de esa fraternidad de arrojo en el feminismo, que se conecta con los actos heroicos de las y los luchadores populares inolvidables como Darío Santillán y Maximiliano Kosteki. Nos remonta a ese día en que empezamos a cantar juntas "la policía no me cuida, me cuidan mis amigas" cuando la amiga de Úrsula Bahillo se enfrentaba a las balas de goma de los agentes de la comisaría de Rojas. Fuerzas del Estado que habían actuado en complicidad de ocultamiento de los hechos del que, a pesar de haber sido múltiples veces denunciado, como en una crónica anunciada, de quince puñaladas la había asesinado.
Compartimos el maravilloso texto de Claudia Korol, a veinte años de esa acción criminal hacia dos jóvenes que soñaban un mundo más justo para todes y actuaban en consecuencia.
Muchas veces pensé en esos minutos en los que Darío, rodeado de policías, no corrió, sino que se quedó arrodillado acompañando a Maxi. Pensé en esa hermandad de los caídos, que sin conocerse casi, se saben acompañándose, frente a un poder que excluye, mata, y desintegra voluntades. Darío con la rodilla en el piso frío de la estación, junto a Maxi desangrándose. Darío dando la mano al compañero y la espalda a la bala… Pedagogía del acompañamiento, de la coherencia. De esos gestos se forman los cuerpos colectivos con capacidad de resistencia y de desafío. Cuerpos que sienten y piensan, piensan y sienten entonadamente, donde la palabra y el acto no desafinan.
Lo que aprendí y siento desde entonces, es la posibilidad de extender la pedagogía del ejemplo, a la hora de asumir los desafíos actuales de los movimientos populares. Pensar el gesto de Darío, no sólo como un gesto individual conmovedor, sino también como una manera de definir el lugar posible de las organizaciones populares en este tiempo.
Opción preferencial por los pobres, lo llama la teología de la liberación. Pedagogía del oprimido, lo llamó Paulo Freire. "Con los pobres de la tierra, quiero yo mi suerte echar", escribió José Martí. Y el Che insistía en que "no se trataba de desearle suerte al agredido, sino de correr su propia suerte". Pedagogía del ejemplo, le dicen los compas del Movimiento Sin Tierra del Brasil. En el andar zapatista, "caminar al ritmo del más lento", el "para todos todo, nada para nosotros".
A veces la pedagogía popular exige no correr ni caminar. Quedarse junto al caído. Hasta que el último se levante. No dejar a nadie tendido, en las vueltas de la historia. "Que no haya soledad", dijo Silvio. Y con esa fuerza que nos da la mano en la mano del compañero, aún del que se encuentra más jodido, encontrar el sentido último pero también el primero de nuestros movimientos. Ese sentido que se transmite en mensajes inconclusos, incomprensibles para el poder, escritos en clave de pueblo, como lo hacían Maxi y los chicos de Guernica. La creación del hombre nuevo, de la nueva mujer, de las nuevas organizaciones, de la nueva sociedad, se realizan precisamente en el instante en que negamos, no sólo con palabras, sino fundamentalmente con actos, hasta el último gesto de capitalismo que nos habita y nos corrompe, que nos disocia y mata. Darío despreciando al poder, tendiendo la mano al compañero caído. En esa línea que se dibujó en el aire entre la bala y su cuerpo, quedó marcada una frontera, que tal vez pueda ayudarnos a ubicar, de qué lado estamos.