Elegido por tercera vez como presidente, la historia personal de Luiz Ignácio “Lula” Da Silva encierra, en su propio cuerpo y en el recorrido de su vida, una posible historia de Brasil y también de Latinoamérica. Este es un resumen de esa historia invaluable.
El 27 de octubre de 1945 en el pueblo nordestino de Caetés, estado de Pernambuco, nace Luiz Ignácio “Lula” da Silva. Séptimo hijo de una familia de ocho hermanxs, Lula es criado por una madre sola y embarazada, luego de que su padre partiera muy temprano hacia Sao Paulo para conseguir trabajo. Caetés, pueblo que lleva en su nombre el de los habitantes originarios de la región, la tribu tupí guaraní y que significa “Bosque Frondoso” en esa lengua.
De los 26 Estados que componen Brasil, Pernambuco es el quinto con mayor densidad poblacional. Tiene como capital el balneario de Recife, su actividad principal es la agricultura, la caña de azúcar y la explotación del Pao brasileiro (Palo Brasil), árbol de madera morada brillante y muy dura, que despertó la fruición de lxs primerxs colonxs portuguesxs. El nombre del país se lo debe a la madera de dicho árbol. Brasil como brasa, fuego, el color de la madera del Palo.
Pernambuco era un Estado muy pobre, tenía en su población rural (previa a la primera presidencia de Lula), más de dos millones de personas viviendo en condiciones de esclavitud en las `haciendas pernambucanas´. En esas condiciones se crió Lula, sus hermanxs y su madre `Dona Lindu´. Una casa de barro con piso de tierra y con una sola habitación, sin luz ni agua potable, sin zapatos - según cuenta su propia familia. A los siete años (de Lula) subieron al camión Pau de Arará y se trasladaron al sur, hacia la “tierra prometida” que resonaba como promesa de futuro posible, Sao Paulo, ciudad que creció tras los planes de industrialización del presidente Juscelino Kubitchek.
A los 8 años Lula comienza a trabajar en el puerto de Santos, primero como vendedor ambulante y luego como lustrabotas hasta que, a los 9, lo hace en una tintorería. Al inicio de su adolescencia, se muda a São Paulo con la madre, ahora separada del padre, y los hermanos solteros. Concluye la primaria y empleado en una metalúrgica, a los 14 años, es admitido en el curso técnico de tornero mecánico del Senai. A los 17 años pierde el dedo meñique de su mano izquierda en un accidente laboral. Una año más tarde, en 1964, Brasil sufre un golpe de Estado encabezado por los militares contra el gobierno parlamentario de Joao Goulart. El fin de las libertades democráticas, la diseminación de la censura y la instalación del aparato represivo, coinciden con un largo período de retracción de la economía, acompañada de desempleo, abusos laborales e inflación.
Fascinado con el tamaño y las posibilidades de la gran ciudad, una realidad mucho mejor que la de la sequía de Pernambuco, Lula es convencido por un hermano Frei Chico (secuestrado y torturado en 1968 por el gobierno de facto), militante del entonces clandestino Partido Comunista Brasileño, a frecuentar reuniones en el Sindicato. Lula mostraba una natural empatía con las clases más castigadas por los procesos de explotación laboral, era un hábil negociador con patronales hostiles y tenía muy buena llegada a lxs obrerxs de todos los sectores. Ese año Lula vive una tragedia personal fundamental en su vida, la muerte de su compañera y esposa embarazada de ocho meses por una hepatitis mal tratada por el precario sistema de salud brasilero, ella se llamaba María Lourdes.
En 1969 tuvo su primer cargo dentro del Sindicato de los Trabajadores Metalúrgicos como secretario suplente de su propio hermano. A los tres años ya era director de Protección Social del gremio y en 1975 es elegido como presidente del Sindicato por el 92%, un récord abrumador de votos y electores que concurrieron a elegir a su líder con renovada esperanza. En aquellos años el gremio contenía a 100 mil trabajadores.
En 1978 es reelegido por el 98% de los sufragios y decide emprender una ofensiva potente contra las condiciones inhumanas de trabajo que quería imponer la dictadura del entonces general Ernesto Geisel, quien al año renuncia a su puesto debilitado por la lucha obrera y las malas condiciones económicas de Brasil.
Un 13 de mayo, días antes de la asunción a la jefatura del Estado por el general João Baptista Figueiredo, Lula desobedece la ley llamando a un paro general. Esta acción hizo que las autoridades ordenen a los huelguistas regresar a sus respectivas fábricas y el sindicato fue intervenido. Por entonces comenzó a gestarse la formación de un nuevo partido para romper con el bipartidismo imperante, un partido que defendiese a los trabajadores. Se formó así el 10 de febrero de 1980, en el Colegio Sion de São Paulo y con el apoyo de algunos políticos e intelectuales de izquierdas, el Partido de los Trabajadores (PT).
Con mayor volumen político, en abril de 1980, Lula lidera una huelga de 41 días que lleva a una brutal represión con el foco en Sao Paulo, donde se movilizan 300 mil obrerxs que paralizan al país. Luiz Ignácio da Silva es detenido y condenado a 3 años y medio de prisión. La apelación da resultado y Lula es liberado a los 31 días. El Sindicato metalúrgico se fusiona con la Confederación Única de Trabajadores (CUT), que también fue creada bajo la venia de da Silva. El fortalecimiento de las clases trabajadoras era nítido y vital en la reconstrucción de la democracia.
Brasil tiene una transición democrática diferente a nuestro país, primero se designó un Presidente civil a través de una Asamblea Constituyente, Tancredo Neves, que falleció antes de asumir y fue reemplazado por José Sarnei. En 1986 Lula es elegido diputado e integra la Asamblea Constituyente que restablece la votación libre y directa del presidente de la República.
Disuelto el régimen militar, en las elecciones constituyentes del 15 de noviembre de 1986, el Partido de los Trabajadores resulta el partido de izquierda que mayor número de votantes atrae y, con un 6,9 % de los votos, obtiene 16 diputados. En las elecciones municipales el PT logra ganar treinta y seis alcaldías en ciudades como São Paulo, Pôrto Alegre o Vitória.
Durante la segunda vuelta de las elecciones presidenciales celebradas el 17 de diciembre de 1989, el candidato Fernando Collor de Mello, de tendencia derechista, se impuso frente a Lula pero era la primera vez, en la historia de Brasil, que un candidato a la presidencia procedía del mundo sindical. En su programa presentó un plan de salario mínimo para los trabajadores, una solución contra la inflación y una reforma agraria.
A pocos días del enfrentamiento electoral entre de Mello y Lula, se inició una campaña de difamación mediática contra el líder obrero del PT. Collor de Mello asumió con el 53% de los votos. En 1991 el presidente Collor de Mello, oriundo de una tradicional familia de políticos y empresarios del sector de las comunicaciones, fue denunciado por corrupción activa y pasiva por sus relaciones con el empresario y secretario de campaña Paulo César Farias. El escándalo provocó una amplia movilización social en lo que fue conocido como el movimiento Cara Pintada (absolutamente nada que ver con el movimiento insurrecto militar argentino que acosó al gobierno de Alfonsín), donde Lula tuvo un papel destacado entre los canalizadores de las protestas. En su punto álgido, las protestas pacíficas reunieron a más de 50 millones de brasileños exigiendo la destitución parlamentaria del presidente, algo jamás visto en dicha proporción. Finalmente, y por la presión social sobre los congresistas, Collor de Mello dimitió a su cargo el 29 de diciembre de 1992 e Itamar Franco se encargó de completar su mandato. En 1998, Lula se presenta nuevamente y es derrotado por el ahora aliado Fernando Henrique Cardoso, quien llegaba con promesas de izquierda para gobernar por derecha. El ambiente político exigía conquistas sociales que Lula fue imponiendo durante tres décadas, Cardoso las prometió y no las cumplió, pero las necesidades buscaban un cauce. Así llegó Lula a su primera presidencia en 2003.
Nacido en las peores condiciones de un Brasil casi medieval, criado en los muelles de Santos y en una tintorería, con solo la escuela primaria completa, obrero industrial, tornero, líder sindical, líder de la rebelión de trabajadores contra la dictadura militar; Lula era un presidente inusual en el país central de una región en plena ebullición luego de la eclosión neo liberal de principios del nuevo siglo. Como todo estadista notable, lo leyó rápidamente y fue un líder importante en el fortalecimiento del Mercosur, la creación del UNASUR que reunía a lxs presidentxs de Sudamérica. Coordinó el pago al FMI no sólo de Brasil, sino también de Argentina y Venezuela, liberando las decisiones económicas de los tres socios principales de una alianza virtuosa que encabezaron junto a Néstor Kirchner y Hugo Chávez.
La presidencia de Lula sacó de la pobreza a más de 22 millones de personas, instaló a Brasil como la sexta economía del mundo, organizó los planes sociales de cobertura alimentaria y de salud más importantes de la historia, apertura de universidades públicas (14 en todo el territorio brasilero). Cuando se retiró de la segunda presidencia, reemplazado por su compañera y ex ministra Dilma Roussef, primera presidenta mujer en Brasil, tenía una imagen positiva del 87%.
Inusual luego de diez años de mandato reformista y revolucionario.
Tal revolución tuvo sus poderosos detractores y, hablando del remanido Law Fare, Luiz da Silva fue víctima de una operación judicial y mediática que lo llevó a más de 530 días de cárcel por un delito que no cometió. La causa encabezada por el juez Sergio Moro lo acusó de tener un departamento de más de dos millones de dólares, que no está a su nombre ni de algún allegadx o familiar, en el que nunca vivió ni visitó. El proceso fue declarado nulo por la Corte Suprema del país. El daño estaba hecho, Bolsonaro en el poder y dominando medios, Sergio Moro Ministro de justicia y ahora Senador electo. Lula asume el rol de líder opositor iniciando una alianza inédita en la política brasilera. Su actual vice electo, Gerardo Ackrim, fue rival en elecciones del mismo Lula.
La resiliencia de Lula da Silva es notable, desde su origen hasta el paso del tiempo y su vida misma, en 2017 fallece Marisa Leticia, su compañera por más de 40 años y con él en prisión. Con ella tuvo tres hijxs y adoptó al hijo que ella había tenido con otra pareja. Ella peleó contra una enfermedad que también contrajo el propio Lula un tiempo después. Luego, en 2019 fallece también uno de sus nietos de meningitis, Arthur Lula da Silva de 7 años apenas. Hace cinco meses Lula se casó con la socióloga Rosángela da Silva.
La prisión para Lula fue un castigo a sus políticas sociales de inclusión y respondieron a un momento político de la región que hoy progresó hacia un enfrentamiento que discute directamente a la democracia. Lula es el símbolo de una esperanza recobrada, de un último refugio y una chance de emancipación definitiva. La región sudamericana, con Brasil y Argentina como epicentros, en tiempos de guerra en zonas centrales de Europa, tanto en lo energético como en alimentos; pone los focos en los recursos de nuestra zona. Lula es un refugio y también el apoyo a un gobierno Argentino debilitado por sus propias dudas y en contexto hostil. Lo sabe da Silva, su primera reunión es con Alberto Fernández en un almuerzo hoy mismo. Decidió también exponer su favoritismo en la política nuestra mostrando un gorro con la sigla CFK 2023, la otra líder social que despierta las mismas esperanzas. Lo simbólico no quita lo político, pero lo apuntala.