Cuando las madres protectoras piden no vincular a sus hijxs con padres abusadores, el poder judicial las obliga a hacerlo y las acusa de falso SAP, pero cuando una madre pierde el vínculo con su hijo luego de vivir violencia de género, el mismo poder no acciona. No se trata de casos aislados, es patriarcado.
El contexto socio histórico que vivimos en Argentina podemos analizarlo desde diferentes aristas que lo determinan, pero hay una que es ineludible y tiene que ver con el poder judicial, un poder duramente cuestionado año tras año, foco de la lucha feminista y de derechos humanos. Un país sin justicia no tiene paz, tampoco democracia real. Los reclamos hacia el sistema de justicia en nuestro país son constantes y van en aumento. Con la llegada de la pandemia se profundizó la lentitud y burocracia del mismo ante juzgados cerrados o con poca actividad. La digitalización llegó para quedarse y creíamos que esto podría ser un punto a favor de la aceleración de procesos judiciales por la simplificación de ciertas herramientas y posibilidades nuevas que trajo lo electrónico. En cuanto a la mirada patriarcal conservadora del ejercicio del derecho, llevamos años de Ley Micaela y militancia de la perspectiva de género y derechos Humanos, de niñeces y diversidades, diciéndole a lxs judiciales que escuchen la demanda social y estén a la altura de las circunstancias. Pero el patriarcado es más resistente que el covid y salta a la vista en el sistema que debe velar por la verdad y la justicia.
Mientras tanto, las periodistas feministas trabajamos con la agenda desbordada de pedidos de mujeres que recurren a nosotras como último recurso desesperado para presionar la agenda de jueces y juezas. Una lucha que no encuentra pausa es la de Madres Protectoras que padecen los embates del patriarcado y el entramado violento de juzgados que no protegen a las niñeces y obligan a sus hijxs a re- vincularse con progenitores abusadores y pedófilos. Acusan a las madres de influenciar en sus hijxs e inventar los abusos (falso SAP) e incluso les imponen medidas como prisión domiciliaria, como en el caso de la mamá de la niña Arcoriris. Es un infierno el daño que hacen estos juzgados. Pero observemos qué pasa cuando las madres pierden el vínculo con sus hijxs por violencia de género y piden la re- vinculación. Este es un caso así y en esta nota intentamos mostrar ejes en común, a todos o la mayoría de los relatos, respecto a la ruta crítica de las madres y el impacto de la violencia en sus vidas y la de sus hijxs. La misoginia presentes en lxs operadores judiciales muestra su cara en ninguneo o menosprecio de las demandas.
Marcela Lorena Petraglia vive en San Fernando (Buenos Aires). Estuvo 15 años en pareja con el padre de su hijo que actualmente tiene 14 años. En 2019 se separa con denuncias por violencia de género. Era el cumpleaños de su hijo, ese mismo día su pareja estaba alcoholizado, discutieron, luego rompió una ventana y una reja. Ya habían transitado años de situaciones de violencia, ejercía control sobre ella, le revisaba el celular, un día se lo tiró por el aire, la llamaba diez veces al trabajo, la iba a buscar de sorpresa, se lo encontraba afuera.
Como a la mayoría de las víctimas, a Marcela le llevó tiempo darse cuenta de que vivía violencia de género, a medida que transcurrían los hechos.
“Con mi hijo tenía otra especie de trato pero siempre desde la manipulación, para obtener algo.”- comienza Marcela y los recuerdos la retrotraen a otro hecho situado 5 años antes de la separación, aquella vez también lo recuerda bajo los efectos del alcohol. Su hijo era pequeño y en un momento empezó a amenazarla que la iba a matar y que se iba a matar él, tomó un chuchillo y Marcela solo pudo alzar al hijo y salir corriendo. Intentó hablar con la familia de él para ponerlos en aviso pero se dio cuenta de que no la apoyarían, él ya les había dicho que no se metieran. Al volver a su casa a la noche no lo encuentra, entonces lo llama para pedirle que no volviera. Eso duró 2 semanas. Luego volvió.
Esto fue un antecedente hasta que en 2019 discuten y la violencia escala. Nuevamente él alcoholizado y rompiendo cosas. Marcela decide llamar a la policía encerrándose en un cuarto en segundo piso con su hijo y también pone en aviso a los ex suegros. La policía llega y ve todas las roturas pero no ingresa a la propiedad y le habla desde afuera a Marcela, visualizándola desde una ventana. La familia de él se lo lleva y le dice a la policía que se iban a hacer cargo y se retiran. Marcela tuvo que realizar la denuncia en la Comisaría de la Mujer y obtuvo la primera medida perimetral.
Pasaron los meses, él comenzó a comunicarle que estaba arrepentido, le pedía disculpas. Marcela estaba sin trabajo desde fines del 2017, lo que la ponía en situación de vulnerabilidad. Venía ahorrando para poner un negocio propio, tema que era motivo de discusiones. Había decidido poner sus ahorros en la construcción de un departamento que le daría renta, pero en el medio de ese proceso ocurre la separación. Tenían un auto en común, deciden seguir compartiéndolo, a pesar de estar separados. Al final de 2019 Marcela conoce a alguien y comienza a salir con la consecuente persecución del ex que la sigue en la calle un día y la violenta con gritos y amenazas, hacia ella, hacia el hombre que estaba con ella e incluso amenazas de suicidio. Marcela realiza la segunda denuncia.
Pasan unos meses y descubre que su ex le había hackeado las cuentas y accedía a su celular porque tenía información que sólo podía saber de charlas por whatsapp. Decide denunciar esto también y buscar, a este punto, acompañamiento jurídico. La representación gratuita se la niegan al ser propietaria de una vivienda.
Esto es algo que ocurre en el sistema actual y no significa que sea justo ya que una mujer sin trabajo y subsistencia para lo básico, tampoco puede afrontar los costos de un privado pero así es el sistema hoy.
Al mismo tiempo que realiza todos estos trámites Marcela descubre que su ex había sustraído todos los papeles de escrituras y posesión de la vivienda, del vehículo, y demás documentos que tenían guardados en una caja.
Ya estaba viviendo Violencia económica además de física y psicológica. (LEY 26.485)
Llega la pandemia y consigue, a través de una amiga, una abogada que la represente sin cobrarle, para comenzar el proceso de demanda de alimentos ya que el ex la seguía violentando y gritando, entre tantas agresiones le decía que no le iba a dar un peso para subsistir con el hijo. Enfrentó la pandemia vendiendo cosas para comer y sosteniendo su ánimo gracias al estudio que había iniciado antes y la mantuvo con la mente ocupada de a ratos.
El proceso de demanda de los alimentos también estuvo plasmado de mentiras en recibos de compra que el ex presentaba en el expediente pero no eran reales. “Llegó a presentar tickets de compras del supermercado Coto por 40 mil pesos cuando a mí y mi hijo nos dejaba 4 productos baratos para comer.”- relata con indignación.
Finalmente, dado que su ex tiene trabajo en blanco en una automotriz, pudo lograr la retención de una cuota alimentaria.
El camino judicial por demanda de alimentos suele ser menos complejo, de lo que ya es, cuando hay un sueldo en blanco, éste fue el caso. En el resto de los casos, autónomos, monotributistas, no inscriptos, el proceso se vuelve una ruta crítica de años sin resultados efectivos.
“Por un lado él se hacía cargo de la cuota del colegio, la obra social y algo de efectivo. Cuando hacemos el arreglo de alimentos él pide compartir más tiempo con su hijo así que me parecía bien, a pesar de las mentiras que vi y escuché en el proceso, no entendía bien que pasaba, porque era contradictorio, luego entendí, porque al principio la cabeza no funciona bien cuando te violentan, y encima su abogada trabajaba para tratarme de loca a mí y maltratarme. La jueza se acercó, en un momento, yo estaba hablando con la mediadora, yo lloraba. Me dicen ambas que esto es normal y que el arreglo era bueno. Yo me pregunto: ¿es “normal” que la abogada del violento trate de crear una imagen mía de mala madre con mentiras para lograr un mejor arreglo para él? Horrible. Yo, tratando de defenderme de las acusaciones, al final me di cuenta que no debería haber aceptado ése “acuerdo”. Santi tenía que ir 3 días por semana con el progenitor y fines de semana, es un montón, tanto mediadora como jueza me decían que estaba bien y era mejor así, pero ahora me doy cuenta que no”.
Todavía estábamos en pandemia lo que extendía las perimetrales, entonces mientras se hacía ese “acuerdo”, su ex debía esperar al hijo en la esquina, cada vez que iba a buscarlo. En una oportunidad el hijo no quería ir con su padre, entonces Marcela le pide que se lo diga él mismo a su padre porque, hasta ese momento, la psicóloga le recomendaba “que no se metiera” en la relación del padre con el hijo.
Malos consejos, malos `acuerdos´.
Como si fuera una cosa aparte todo lo que pasa en el vínculo con la madre, o como si se debiera desestimar toda la violencia vivida, así aconsejan las/os profesionales de la psicología que siguen patrones del viejo paradigma y no tienen perspectiva de género y niñez. Esto es un relato que se repite. “No meterse” una madre en lo que ocurre en el vínculo del hijo con su padre es ilógico, cuando la madre es quien lo cuida y vive todos los días con él. No se puede desestimar el contexto de los vínculos al “aconsejar”. Es por estos procedimientos, sin perspectiva de género y niñez, que también se impulsa la formación a los profesionales de la salud.
Lo siguiente fueron gritos, insultos desde la esquina y amenazas hacia Marcela y delante del hijo: “Puta, me ponés el nene en contra, te voy a denunciar, esto es tu culpa”. Por supuesto, el hijo entró llorando a su casa y todo era caos.
Esto también es un relato que se repite, cuando les hijes crecen y se acercan a la adolescencia pueden elegir, pero los violentos suelen culpar a las madres de impedimento de contacto o influencias negativas hacia su persona, sin tener en cuenta la voluntad del hijx y respetarlo como sujeto de derecho, no como objeto de sus deseos.
“No me siento escuchada. Se ve clarísimo lo que está sucediendo y nadie ve, ni jueces ni abogadxs”- manifiesta Marcela.
Y nuevamente, así es en todos los casos de violencia de género, porque tenemos un sistema de operadores judiciales obsoletos que repiten procedimientos por costumbre judicial con visión patriarcal. Los tales `acuerdos´ no benefician nunca a las madres y para cuando esa madre `se dio cuenta´ ya es complicado que desestimen ese acuerdo.
Marcela estaba con botón antipánico, con seguimiento del caso desde la oficina de Género de San Fernando. El seguimiento consistía en un llamado telefónico cada 15 días preguntando cómo estaban, si en el medio no había sucedido nada que sonara el botón. Con este nuevo hecho de violencia delante del hijo, le informan que debe volver a realizar una denuncia sobre incumplimiento de la perimetral, cosa que ocurría siempre pero esta vez le piden que lo deje asentado.
Esto es otro de los instrumentos ineficaces del sistema judicial que re-violenta a las mujeres en esta situación, proveerlas de botones antipánico para que tengan que denunciar una y otra vez cada episodio, es judicializar la vida y dejar libres a los violentos que siguen impunes. Parece un círculo vicioso dispuesto a agotar a la víctima y de hecho, más que probado está en innumerables casos de femicidios que la víctima ya había denunciado y nada hicieron para evitarlo.
“Mirá si voy a presionar el botón, como me dijeron, delante de mi hijo, para que venga la policía y mi hijo vea todo eso cada vez que el tipo viene a la puerta a gritar” – manifiesta y agrega que, por otra parte, luego de realizar la denuncia hay que presentar testigos, pruebas, y vivir para estos procedimientos agotadores.
“Luego me entero que mi ex empezó una relación con otra persona y sentí alivio porque pensé que ahora se tranquilizaría y de hecho algo de eso sucedió al principio, empezó a participar más de los cuidados de mi hijo, un día me pidió que le pase el contacto de la profesora de particular, otro día me pidió que lo agregue al grupo de whatsapp del colegio. Yo pensé `qué bueno´. En otra oportunidad me pide el certificado de vacunas porque le faltaba una vacuna a mi hijo y que lo llevaría él, le voy dando mayor participación pensando que finalmente se vincularía para bien. Así fue la primera mitad del año 2022, íbamos hablando. En Julio me pide el documento de mi hijo para la obra social. Obvio que todo esto lo entendí ahora, en ese momento no veía lo que tramaba.” – confiesa Marcela.
Mientras esto sucedía subraya que ella no disponía de dinero suficiente para gastos extras y eso la limitaba con demandas del hijo, sumado a poner límites (hablando de educarlo) cuando es más fácil darle todos los gustos y decirle siempre que sí. Marcela fue sintiendo que se abonaba un terreno que no la favorecía. Justo cobra una indemnización de su último trabajo y logra invertirlo en comprar un fondo de comercio de una Dietética donde trabajaba de empleada por esos días. Con mucho esfuerzo comienza su propio negocio pero le alcanzaba solo para seguir manteniendo lo básico. Además, sin vehículo, el costo de remis para llevar y traer a su hijo a las distintas actividades le resultaba cada día más pesado.
Acá es útil decir que esto sucede en la mayoría de las parejas que se separan. Las mujeres no quedan en la misma situación económica al momento de la separación ni con las mismas posibilidades de desarrollo, excepto que nunca hayan renunciado a su trabajo o tengan ya una carrera o puesto laboral sostenible y firme, pero en general no es así. La maternidad y tareas domésticas han hecho que las mujeres queden excluidas del mercado laboral o estén en forma precarizada, lo cual se mantiene al momento de la separación o se profundiza, ya que deben enfrentar mayor costo de vida solas y los tiempos de cuidado de lxs hijxs que también tienen un costo. Si pueden pagar alguien externo que cuide, tienen que generar ingresos suficientes para pagar ese servicio, de lo contrario, si lo hace la madre nadie lo paga, sólo ella con su tiempo y energía. Cuando sucede la separación, este sistema ya instalado recae encima de las mujeres como un elefante que aplasta, mientras los varones separados disponen de su tiempo para seguir concentrados en sus trabajos remunerados y demás actividades, lo que ya parte de una desigual distribución de todo. Por eso, es claro explicar la pobreza feminizada. Es decir, la mayoría de la población “empobrecida” son mujeres y niñas, niños, adolescentes.
“Otra cosa es que yo jamás me puse en pos de batalla, sino que trataba de tapar agujeros para sostener lo que venía pasando pero ahora veo con más claridad todo porque él siempre me menospreciaba y decía: `andá a laburar´, como si yo no hiciera nada y te das cuenta que nadie entiende lo difícil que es para una mujer salir de esta situación que te impacta en lo emocional, vivir con miedo a sus ataques, superarte, etc, es paralizante para cualquier mujer.”- describe Marcela para contar entonces lo más duro que empezó a observar, el distanciamiento de su propio hijo que, en plena adolescencia, comenzó a repetirle frases y palabras que venían del padre y de la rebeldía, mientras ella como madre no lograba responder a las demandas económicas que si lograba responder el padre. “Un día se va enojado y empieza a quedarse más del padre y a no responderme los mensajes, hasta que le pido que vuelva así hablábamos y me dice que no lo puedo obligar.”
Mientras tanto el ex comienza a buscar dividir los bienes y pide, ante un juez, el cese de la cuota de alimentos que él pasaba porque quería la tenencia aludiendo que la madre maltrataba al hijo. “Decía que yo me iba varios días y lo dejaba a mi hijo solo y sin comida, o que se fijaran en mis redes sociales sobre mi ocupación, intentando generar dudas sobre mi comportamiento como madre y persona. Esto empeoraba con la actitud de mi hijo hacia mí cada vez que lo iba a buscar, intentaba hablar pero se cerraba. Así que empecé terapia para afrontar esto.”
Los meses subsiguientes tuvieron como corolario el distanciamiento total del hijo y Marcela lo describe así… “Dejé de verlo, o sea, pasé de que viviera conmigo 13 años, poder darle un beso todas las noches antes de dormir, verle la carita cada día cuando charlábamos, a nada. No pude verlo más. Primero me contestaba algunos mensajes y después nada.”
Recuerda que para llegar a esto su propio hijo, antes de irse y cuando iba del padre de visitas, volvía mal, se enojaba y no quería ver al padre porque le decía cosas que lo molestaban respecto a su madre. Marcela no recuerda que haya sucedido algo puntual que lo alejara de ella, más allá de todos estos hechos. Lo que describe es el impacto de influencia negativa del padre en su hijo respecto a ella y su pareja, con frases que su hijo le decía y ella no podía reconocerlas como propias del adolescente, tipo: “Vos sos una infumable, no te banca nadie, tomátela y ándate con ese boludo que salís ahora, lo voy a cagar a trompadas. Eso me dijo mi hijo y sé que él no es así”. Hasta que en noviembre 2022 decide recurrir a una abogada para pedir la re-vinculación con el hijo y hasta el día de hoy no tuvo noticias.
Marcela está con psicóloga para sobrellevar todo y nunca dejó de enviarle mensajes al hijo aunque él no los respondiera. Hace 2 meses el hijo empezó a contestarle algunos mensajes y fue a verla de sorpresa a su comercio. “Yo no lo podía creer, lo abracé, está gigante, tiene 14 años y mide 1, 80 mts, fueron 15 minutos que estuvimos juntos y ahí estaba bien, era el que yo conozco, amoroso, yo lo abracé y no lo soltaba, le preguntaba como estaba, le tocaba el pelo porque se había hecho un corte distinto, se sacó los brackets, hablamos del cole.”
Marcela supo que se habían mudado porque su hijo no está más en el Club al que asistía para hacer deportes, pero nunca fue notificada. Está esperando que el juez haga algo porque no hay ninguna respuesta desde el año pasado y no entiende cómo no se analiza todo el caso junto, con las denuncias anteriores por violencia de género. Desea que su hijo y el padre realicen terapia para que su hijo logre la re-vinculación con ella y sepan detectar que el problema de odio es del padre. “Ahora estoy más tranquila porque lo vi al menos un ratito pero anterior a eso mi vida ya no tenía sentido, me levantaba, iba a trabajar, iba a la facultad, autómata ,pero la verdad es que después de soportar tanta violencia y ahora esta violencia que logró manipular a mi hijo hasta alejarlo, es horrible. Mi psicóloga me recomendó no decirle nada ni presionar a mi hijo.”
La causa tramita en el Juzgado de Familia n º 6 de San Isidro. Este es un reclamo directo a un juzgado pero no es la excepción lamentablemente. Este caso no es el único recibido en esta redacción, hay otras madres que `perdieron´ a sus hijxs y luchan por recuperarlos. Hay madres protectoras que están saliendo a la calle, haciendo `sentadas de hambre´ como vimos hace unos días a Ma. Marta de Río Negro que viajó a Tribunales de CABA y reclama contra el juez Jorge Benatti, junto a otras 15 madres.
“Yo quiero ver a mi hijo. Quiero que le hagan pericia psicológica al padre y acompañamiento psicológico a mi hijo que no puede ver la manipulación detrás de todo esto. Yo quiero que él vuelva a vivir conmigo pero aceptaría lo que él decida, si es acompañado por una profesional.”
Los tiempos del poder judicial son inexplicables. Marcela no puede creer que demoren 6 meses y no se mueva nada el expediente por re- vinculación con su hijo pero lo cierto es que así lo manifiestan repetidamente las madres que lo viven. Es más grave aún. Porque cuando los que piden re-vincularse son padres abusadores ahí si obligan a lxs hijxs a pesar de las pruebas, violentando una vez más las infancias, y a las madres protectoras las acusan del falso SAP (Síndrome de Alienación Parental) que no tiene sustento científico y presupone que las madres manipulan a les hijes inventando los abusos sexuales que relatan les niñes. Pero si es una madre que pide re-vinculación, nada. ¿Qué hacen los juzgados? ¿Qué están haciendo para mejorar esto? ¿Cómo vivir en un país sin justicia? Lo que sucede es que el juzgamiento patriarcal hacia las mujeres e infancias es autoritario y predominante. Operadores judiciales, jueces y secretarixs machistas que menosprecian los reclamos de mujeres y levantan muros contra abogadas feministas que pelean por derechos, pero se chocan contra ellos y su misoginia. Todo se diluye en el tiempo y más tiempo pasa, más crónico se vuelve el daño.
“Me dí cuenta de la manipulación que el tipo ejerce sobre mi hijo, del mismo modo que me llevó a mí años darme cuenta de la violencia que ejercía, entonces me pregunto ¿Cómo puede un chico de 13 o 14 años darse cuenta de esto? Claramente no.”
Este relato es distinto a muchos otros casos que contamos en este medio pero tiene en común dos cosas: la violencia de género que cruzó el vínculo y la violencia institucional del sistema judicial, siempre patriarcal.