María Elena Carrá comparte su experiencia de vida con Omar Blanco, ex combatiente de Malvinas. En esta entrevista nos cuenta de cerca cómo fue vivir el proceso de guerra durante, después, y que significa “La Patria” para toda la familia.
Ninguna letra alcanza para dimensionar el horror de una guerra. El impacto se vuelve perpetuo. Lo vemos desde lejos hoy con la guerra entre Ucrania y Rusia. Algo impensado de volver a ver en pleno siglo 21, pero real.
La guerra de Malvinas fue hace 40 años y está en nuestro ADN Argentino, pero en la vida de cada soldado, de cada enfermera que estuvo ahí y de cada familiar que estuvo esperando el regreso de alguien; las huellas de la guerra son otras, son permanentes, son y marcan una identidad, un lenguaje propio.
Esta entrevista pretende renovar el homenaje, como cada año. A ellos que eran apenas pibes y los mandaron a la guerra, y a todas sus familias, madres, compañerxs, hijxs, que esperaban volver a abrazarlos y nunca recibir el telegrama.
Cumplen los años el mismo día, el 19 de abril. Pero hay otra fecha que los une y marcó sus vidas: el 2 de abril. María Elena y Omar, el "negro Blanco" como lo llaman en Pinamar, se conocieron y enamoraron con 15 y 17 años, respectivamente. Ya llevan 41 años juntos, una hija de 31 años (Jesica), una nieta de año y meses (Joaquina) y una historia marcada por Malvinas.
Charlar con Ma. Elena fue casi lo mismo que hacerlo con Omar. Cada detalle del relato podía ser descrito por uno u otro como si lo hubieran vivido juntos. A él le encantó la idea de la entrevista a su compañera, se quedaba de a ratos, escuchaba atento, a veces metía algún bocado, compartían lo que ella contaba, asentían juntos. Había mate y algo implícito en todo momento, se sobre entendía que una familia de ex combatiente es una familia entera que siente Malvinas y la Patria cada día del calendario.
EL ANTES
Omar Blanco termina su servicio militar en marzo del 82´ e ingresa a trabajar en una empresa de Ezeiza pero, un día de abril, llega el llamado a presentarse en el cuartel Pablo Podestá, a una hora de CABA.
Lo retiran de su domicilio a las cinco de la mañana, sin decirles nada sobre el viaje a las islas.
Ma. Elena se entera del hecho recién a las 17 horas de ese día y deciden partir, junto a sus suegros, hacia el cuartel para saber que ocurría.
- ¿Qué sentías? ¿Pensabas que se iría a las Malvinas? ¿Esa idea te atemorizaba?
-Como afirma mi esposo: "el que dice que no tiene miedo a la guerra ¡miente!”. Estaba muy asustada. No sabíamos nada pero sospechábamos de Malvinas. Yo tenía la esperanza de que se quedara en el cuartel. Aunque Omar hubiera ido hasta de voluntario porque, para él, era un servicio a la Patria.
-¿Qué viste cuando llegaron?
-El panorama era desagradable. Imaginate, todas las mujeres y familias rogando por ver a sus soldados y despedirlos. Era un lío, costaba distinguirlos, todos pelados, vestidos iguales con sus mochilas. Recuerdo que mi suegra lo distinguió perfectamente a lo lejos, yo no podía.
-¿No los dejaban acercarse a saludar, despedirse?
-¡No! y recuerdo como les gritaban: "¡Vamos a defender nuestra bandera! ¡Ustedes ahora no tienen madre, esposa, novia!"
EL DURANTE
La agonía duró dos meses. La información llegaba a través de la televisión y por algún amigo que había quedado en el cuartel. Todo estaba bien, según ambas fuentes.
-¿Les creías?
-Más o menos. Dudaba y tenía terror que llegara "el telegrama".
-¿Eso significaba...?
-¡Lo peor! El telegrama era la muerte.
Un día estábamos con mis suegros y mi hermana, y llega un telegrama para mi hermana. Yo sufrí un ataque de nervios y quería disimular, por mis suegros. No lo podíamos abrir ahí. Hasta que me fui sola al baño y lo abrí. Decía: "Estoy bien. Saludos".
Desde allí, comenzamos a recibir cartas toda la familia. A mí me contaba cosas graciosas pero con mi hermana se descargaba, le contaba la verdad.
Como fuera, lo mejor era ¡seguir recibiendo las cartas!
El 25 de junio del 82' ¡terminó el sufrimiento!. Perdimos la guerra pero eso no me importaba, ¡yo quería verlo vivo!
-¿No lo sabías hasta verlo, a pesar de las cartas?
-Exacto. Fuimos hasta el cuartel, ¡era un suplicio! Te tenían horas y horas esperando. Un militar leía los nombres de los que bajaban del avión. Si no estaba...¡no estaba! Y si lo nombraban...había que esperar a ver cómo estaba ¿cómo volvían? ¿enteros? Un horror todo.
Nosotros tuvimos que esperar al otro día y, finalmente, llegó. Bajaban llenos de rosarios colgados de sus cuellos y cartas de niños, de colegios que les escribían.
EL DESPUÉS
-¿Cómo fue para ustedes después de la guerra?
-La Bienvenida fue una fiesta y, al inicio, no hablábamos de la guerra pero luego si. De a poco Omar empezaba a sacar todo afuera.
Me contaba que tuvo que robar para comer porque los superiores no distribuían lo que la gente les mandaba. Me contó de la bronca con ellos porque, además, los dejaban solos en los pozos. Cuando terminaban los estruendos de bombas y podían asomarse de los pozos para salir, se daban cuenta que ¡ningún superior estaba allí! Solo soldados.
Y también, cuando estuvieron prisioneros de los ingleses, los días previos a volver, ¡la pasaron mejor porque tenían comida y provisiones sin problema! Los soldados ingleses les preguntaban a los nuestros: "¿por qué peleaban?". Los nuestros les respondían: "por la bandera, por la patria". A lo que los ingleses respondían: ¡¿Are you crazy?!
¡Ellos lo hacían por los dólares! Ganaban muchísimo dinero.
-¿Cómo se arreglaban después de la guerra?
-Fue durísimo porque la empresa lo dejó sin trabajo. Los discriminaban. No había reconocimiento.
-¿Y el Estado?
-Al principio fue un bochorno. Organizaron un acto enorme en La plata, donde, supuestamente, entregarían una medalla de oro en reconocimiento. Me acuerdo que íbamos con mi suegra, disputándonos la medalla y negociamos que la tendría ella hasta que Omar y yo nos casáramos. ¡Luego sería mía! (entre risas) ¡Que desilusión! ¡No sabes lo que era esa medalla! Recuerdo que el político que presidía el acto, tuvo que retirarse "apedreado".
-¿Y cómo sentís el reconocimiento hoy?
-La sociedad no tiene el sentimiento por la Patria como lo sentimos nosotros. Me da bronca porque todo se reduce al 2 de abril. ¡Y no es sólo ese día! Acá en Pinamar hay un comercio que se enorgullece de las Malvinas, de nuestra bandera y lo muestra en su publicidad, pero ¡solo uno!.
-¿Ese sentimiento pertenece a un lenguaje identitario distinto que el de la gente que no vivió de cerca las Malvinas?
-Si, nosotros en casa lo vivimos así, como familia. Pero además, siento que hay un lugar, dentro de Omar, donde nadie puede llegar. Sólo él y sus compañeros.
-¿Te gustaría ir a las islas con Omar?
-Si, sería un sueño ir los tres con mi hija.
Yo le digo a Omar que vuelva, como hicieron otros compañeros, así cierra el círculo. Pero él dice que no quiere ir como extranjero ¡con pasaporte no! Quiere ir como Argentino a suelo Argentino.
-¿Creés que eso es una utopía?
-No. Yo quiero creer que van a volver a ser Argentinas.
-Imagino que ven Ucrania hoy y afloran recuerdos de guerra…
-Si, hablamos de lo que está pasando allá, pero es distinto a Malvinas.
La guerra siempre es mala, no justifica las vidas perdidas.
Tiene razón Ma. Elena. Pasaron 40 años desde la guerra de Malvinas. Tuvimos que vivir esta guerra para decir BASTA y conquistar la Democracia en Argentina.
#LasMalvinassonArgentinas
Esta entrevista fue realizada en 2014, re editada con el agregado de la última pregunta y ciertos datos como los años de la pareja y las edades. Elena reafirma sus respuestas hoy respecto al sentimiento de la Patria y lamenta que ya no hay comercios ni empresas en Pinamar que se identifiquen con Malvinas, corrigiendo sólo ese punto.